Virginia Carrasco Gutiérrez
Médico de familia, DCCU Janda Litoral
Distrito Bahía de Cádiz-La Janda
Desde hace más de diez años soy médico en un equipo móvil de un dispositivo de cuidados críticos y urgencias (DCCU) de un distrito de atención primaria. De hecho, este ha sido mi trabajo desde que finalicé la residencia. No tendría espacio en esta publicación para narrar las vivencias profesionales y personales que he acumulado en estos años, para detallar experiencias y anécdotas, para describir todo lo que ha acontecido. Pero si puedo definir mi trabajo y mi trayectoria profesional en dos palabras: soy médico de familia.
Durante la residencia en Medicina Familiar y Comunitaria me formé para adquirir los conocimientos, habilidades, técnicas y procedimientos propios de nuestra especialidad. Después, en estos diez años he continuado formándome para dominar habilidades y técnicas específicas, necesarias para desempeñar eficazmente mi labor profesional. Pero siempre, antes y ahora, sigo formándome para lo mismo: para ser mejor médico de familia.
Como especialista en Medicina de Familia considero que mi trabajo es esencial y complementario con el que se ejerce en las consultas y en los puntos de urgencia de los centros de salud y en las áreas de urgencias hospitalarias. Formamos una tupida red asistencial y somos la puerta de entrada al sistema sanitario público. Es una estructura bastante homogénea en los diecisiete servicios públicos de salud de las comunidades autónomas (y en Ceuta y Melilla). Y es fruto de la filosofía integradora de redes asistenciales fruto de la Ley General de Sanidad (1986). Veinticinco años después no se puede pretender fragmentar y entender estos espacios asistenciales de forma aislada. Los profesionales que trabajamos en urgencias lo sabemos.
Los médicos de urgencias de DCCU atendemos la demanda de atención urgente de los ciudadanos. Los problemas de salud que atendemos son, mayoritariamente, idénticos a los que se enfrenta cualquier médico de familia en las consultas de los centros de salud. Las verdaderas situaciones de urgencia o de emergencia que atendemos no constituyen el grueso de nuestra respuesta asistencial, son un porcentaje mínimo en relación al volumen de la demanda asistencial atendida.
Esta demanda verdaderamente urgente -al igual que la atención a las emergencias- requiere formación específica y experiencia para consolidar el manejo de determinadas técnicas y procedimientos. Pero no constituyen un área de conocimientos completamente diferenciada de la sólida formación que adquirimos como especialistas en Medicina de Familia y Comunitaria.
Si que deberían ser regulados con claridad los complementos de formación específica que se requieren para desempeñar un puesto asistencial en urgencias y emergencias. Mientras que los ministerios de Sanidad y Educación se decidan a desarrollar la troncalidad como eje de la formación médica especializada, las sociedades médicas implicadas podrían ir dando pasos en ese sentido, ganando terreno para afianzar la Medicina de Familia como especialidad de referencia en urgencias y emergencias.
Las urgencias no están exentas de problemas. La presión asistencial nunca decrece, se saturan centros, servicios. Los medios no siempre resultan suficientes. La precariedad laboral se conjuga con un escaso reconocimiento de la ardua labor desempeñada durante muchas horas, durante muchos días. Faltan recursos para formación específica. Por mucho que el listado sea más y más extenso… ¿se resolverán creando una nueva especialidad? No es menos cierto que tampoco se pueden dejar en el olvido a tantos médicos que, tras años de trabajo en urgencias y/o emergencias, no disponen del título de ninguna especialidad médica.
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